En el contexto del “Día de la Mujer”, celebrado este mes de marzo que esta por culminar, la revista "Factor de Éxito" me invitó a moderar un panel para conversar con tres extraordinarias profesionales sobre el rol e impacto de la mujer en los procesos de transformación empresarial, allí tuve la oportunidad de escudriñar el pensamiento y conversar con Monika Infante, CEO de Aerodom (parte del Grupo Vinci), Circe Almanzar, Partner de CA Public Affairs (y quien durante muchos años liderara la Asociación de Industrias de RD), y Pierina Pumarol, CEO de MAPFRE-BHD.
Entre preguntas, respuestas y argumentos, pudimos visibilizar los temas asociados a la igualdad de género, compartir información que permitió invitar a la audiencia a romper esos estereotipos que cada cultura connota de manera diferencial, y abogar por la promoción de oportunidades para aquellas mujeres que deciden hacer carrera en las organizaciones y quienes deben ser valoradas por su competencia y desempeño, procurando así alcanzar una verdadera igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito laboral.
La conversación se quedó conmigo más allá del evento pues me hizo reflexionar sobre como las personas visualizamos el tema (evidentemente) dependiendo de nuestra experiencia personal. Yo nací y crecí en un ambiente donde el ánimo de superación y el “liderazgo femenino”, representado en mi madre, fue parte siempre de mi cotidianidad. Ella, una mujer que se hizo a sí misma una exitosa ejecutiva y luego empresaria, creció exponencialmente a partir de su preparación, esfuerzo, constancia y dedicación, abriéndose paso hasta las más altas posiciones gerenciales y directivas de grandes organizaciones de las que formó parte (no sin desafíos), mientras concomitantemente ejercía el rol de madre, así como diversos roles de liderazgo gremial, social y educativo de forma simultanea y con gran impacto para el sector privado, la comunidad y el páís, lo que resultó en un modelaje del que todos sus hijos nos hemos nutrido y hoy agradecemos.
Para mí en esos años, el término “liderazgo” no tenía un apellido de género, simplemente tenía una exponente femenina que lo hacía sinónimo de igualdad, superación, compromiso y resultados. Así como mi madre ha sido ejemplo y modelo para sus 4 hijos, el ejercicio y la tarea de dar mayor visibilidad a las realidades del liderazgo femenino, exponer sus retos y desafíos, se hace necesario para inspirar a tantas mujeres que han elegido la búsqueda de alcanzar posiciones cada vez más relevantes en el mundo empresarial, esto tendrá, sin duda, un impacto transformador no solo para las organizaciones en las que se desempeñan, sino para la sociedad en general.
El liderazgo femenino ha enfrentado y continúa enfrentando retos y barreras estructurales de mayor o menor complejidad dependiendo de su entorno cultural. Las desigualdades de género aún limitan en muchos casos el acceso a posiciones de liderazgo, amplían la brecha salarial, promueven el sesgo de género en la contratación y la promoción a nuevas y relevantes posiciones, y contribuyen a generar estereotipos que terminan por llevar a la discriminación, sobre este último punto debo resaltar como, de forma consistente y reiterada, Circe Almanzar en su intervención durante el panel, nos invitó a que todos seamos participes activos en la tarea de romperlos, pues los mismos tienden a generar una subestimación de las habilidades de la mujer y sus logros, que terminan por anclar sus posibilidades de progreso.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las mujeres ganan en promedio un 20% menos que los hombres en la misma posición, y solo el 28% de los puestos de liderazgo y gerenciales en todo el mundo son ocupados por mujeres, colocando así sobre sus cabezas el llamado “Techo de Cristal”, una barrera invisible que impide que las mujeres avancen a posiciones de
liderazgo en el ámbito laboral.
Ahora bien, lo paradójico del caso, es que existe una buena cantidad de datos y estudios que respaldan el impacto positivo que tiene el liderazgo femenino en los diferentes ámbitos de una organización, por ejemplo, según un estudio del Peterson Institute for International Economics, las empresas con al menos un 30% de mujeres en posiciones de liderazgo tienen un rendimiento financiero significativamente mejor que las empresas con menos mujeres líderes, cosa que reafirma un estudio de McKinsey que indica que las empresas con una mayor diversidad de género tienen un 21% más de posibilidades de obtener mejores resultados financieros.
Por su parte, un estudio del Journal of Business and Psychology indica que las mujeres líderes tienden a tomar decisiones más inclusivas y a considerar una gama más amplia de perspectivas y soluciones a los problemas, resultando consistente con un estudio de Harvard Business Review que encontró que las mujeres líderes son más efectivas en la colaboración y la construcción de relaciones de trabajo.
Así como estos, otros tantos estudios de la Universidad de Columbia y Boston Consulting Group, indican como los equipos de trabajo con una mayor diversidad de género favorecen a la generación de nuevas ideas en favor de la innovación, mientras que Great Place to Work concluye que las empresas se benefician de un ambiente laboral más inclusivo y una mayor satisfacción de los empleados a partir del liderazgo femenino.
Si bien hay razones económicas y organizacionales por las cuales se puede decir que es "buen negocio” incorporar a la mujer al liderazgo empresarial, hay una razón de fondo que pesa en su contra con mucha fuerza, y tiene que ver con los valores y prejuicios con los que muchos crecen, siendo expuestos desde muy temprana edad a un determinado paradigma sobre las condiciones del rol de la mujer en la sociedad, lo que termina limitando en gran medida su proceso de formación y se traduce en menos oportunidades, particularmente en nuestros países latinoamericanos.
Cuando los estudios anteriormente mencionados indican unos porcentajes de beneficios financieros con la inclusión de las mujeres en el liderazgo de la organización, obviamente se requiere que estas mujeres estén debidamente preparadas para el cargo que ocuparán, y allí el problema entonces se extiende, por que lamentablemente las restricciones y barreras para la mujer no solo están en el trabajo, sino muchas veces tambien en el acceso a la preparación necesaria y suficiente para construir sus propias oportunidades.
Solo la educación podrá servir como herramienta eficaz para promover un cambio de paradigma que, sobre un marco de valores bien definidos, aseguren un proceso cultural donde florezcan las convicciones que permitan generar la igualdad de condiciones y oportunidades para todos.
En la organización de la que formo parte, PIZZOLANTE, el 66% de nuestro personal es femenino, y en la gestión de nuestros portafolios de negocio, sus gestores, miembros de nuestro Comité Estratégico de Negocios, son, al día de hoy, 50% mujeres ( y esperamos incrementarlo).
Desde hace más de 40 años hemos reconocido el valor que agregan las mujeres en nuestro ámbito y sector de negocios, y tenemos una política muy clara de apoyo a la diversidad e inclusión. Nos aseguramos de que no se pueda discriminar a nadie por motivos de raza, color, edad, familia o estado civil, origen nacional, religión, discapacidad, antecedentes sociales y étnicos, género u orientación sexual, desde el proceso de reclutamiento y selección, hasta las oportunidades reales de crecimiento y asignación de responsabilidades en nuestro trabajo diario, esto, por supuesto, incluye las compensaciones y beneficios, oportunidades de formación y promociones de cargo. Brindamos un lugar de trabajo con igualdad de oportunidades a todos nuestros colaboradores, enfocándonos no tanto en el género, como en el mérito.
Es mucho lo que queda por trabajar y promover en lo que a liderazgo femenino se refiere, hay que "normalizar el rol de la mujer en el mundo empresarial basándonos en la meritorcracia y el pragmatismo", diría mi madre . En lo particular, me enorgullece trabajar y contribuir a liderar una organización que entiende, comparte y actúa sobre las premisas de promover, construir y reconocer el liderazgo femenino, y más allá de eso, haciéndolo desde una perspectiva de valor al mérito sin distingo de género pero conscientes de la realidad de cada uno, asegurándonos siempre de ofrecer igualdad de oportunidades sobre un terreno nivelado de juego donde hombres y mujeres tengan condiciones favorables para competir en buena lid, haciendo así del liderazgo, un tema que hable de superación, compromiso y resultados en beneficio de todos.
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