top of page

“El caso Venezuela”… y como Venezuela sigue siendo un caso



En la biblioteca de casa, siendo yo aún adolescente, había una extensa variedad de libros de todo tipo, y entre ellos, varios ejemplares de uno llamado “El Caso Venezuela”, escrito por Moises Naim y Ramón Piñango, y editado por el Instituto de Estudios Superiores en Administración (IESA). Lo recuerdo bien porque tenía una tapa color crema con un gran signo de interrogación rojo en la portada, y por qué el nombre de mi madre estaba entre los agradecimientos del libro.


“El Caso Venezuela” examinaba los treinta años transcurridos entre 1950 y 1980, un periodo de gran crecimiento económico de lo que algunos llamaron la “Venezuela Saudita”. Treinta años en los que, a pesar del boom y el “ta’ barato dame dos” (eso lo entenderán solo algunos venezolanos), no se produjo la tan ansiada equidad social, profundizándose las desigualdades y los problemas de fondo que teníamos como país.


Así mismo, la corrupción y mala gestión socavaron las instituciones, debilitándolas y dejándolas vulnerables ante los embates de lo que tendrían que enfrentar, sin imaginárselo, mas adelante. Venezuela tuvo importantes cambios culturales durante esos años, pero, sobre todo y poco a poco, fue víctima de un notable deterioro progresivo de la cohesión social y la calidad de vida de todos los venezolanos.


Esto sirvió de antesala a partir de sus repercusiones, a lo que sucedería años más tarde con la llegada de un intento de golpe de estado cuyos autores, aprovechando errores políticos y el uso del propio sistema democrático imperante, se hicieran con el poder en 1998 a partir de unas elecciones libres.  


Venezuela sigue siendo un caso


Creo que sobraría acá describir como en los últimos 25 años Venezuela se ha convertido en un caso de constante análisis en el acontecer político y económico regional/mundial. Esa Venezuela del nuevo siglo con su etiqueta “socialista” y teñida de rojo, ha resultado en una versión 2.0 o inimaginablemente peor, que todas aquellas realidades cuestionables que pudo tener aquel viejo periodo.


Tampoco quiero “llover sobre mojado” describiendo lo que pasó con el resultado del proceso electoral del pasado 28 de Julio, esto es más que evidente para todos los venezolanos y la comunidad internacional de talante democrático, sin embargo, las consecuencias que trae el conflicto que de allí detona, puede ir más allá de lo que se ve a simple vista con la repulsiva, nefasta y brutal represión física y psicológica en contra de la ciudadanía.


Esto dejó de ser un problema de “Venezuela y los venezolanos”, como se le escucha a uno que otro entrevistado (o entrevistador) en la TV, pues la miopía de no ver las consecuencias circunstanciales y estructurales preocupan.


Por solo mencionar algunas consecuencias, la implicación regional del irrespeto al sistema democrático dando paso a otro gobierno totalitario (además de Cuba y Nicaragua), supone, no solo la aceptación de una creciente convivencia con regímenes no democráticos en la región, sino que dice al mundo que “eso está bien”, sentenciando con ello que tal posibilidad es válida y aceptable en la región. Esto debilita la institucionalidad democrática no solo de Venezuela, sino por extensión, al resto del continente.


Con una migración forzada de unos 8 millones de venezolanos a la fecha según cifras del Council for Foreign Relations, una siguiente oleada migratoria a la región traería consigo importantes consecuencias políticas y económicas, creando nuevas tensiones diplomáticas, presionando la tolerancia de los nacionales de los países destino, y profundizando la crisis humanitaria.


Así mismo, el aislamiento de occidente y la exacerbación de las relaciones de Venezuela con sus únicos aliados en Europa, Medio Oriente y Asia, traería consigo una posible desestabilización de la región con implicaciones en materia de comercio, integración, cooperación y, muy importante, en materia de seguridad.  


Es bueno verse en el espejo… y trabajar en ello


Las realidades de fondo de las que está hecho el “caso” Venezuela no le son ajenas, en mayor o menor medida, a ningún país de la región. Es por ello por lo que, más allá de la respuesta digna, firme, coordinada, enfática y resolutiva que se espera de la comunidad internacional y los organismos multilaterales en estos momentos, es importante que la región se tome el tiempo de trabajar en una estrategia para reforzar e innovar, cada país y como región, las bases del sistema democrático.


Son numerosos los estudios que dan buena cuenta de cómo se ha deteriorado la percepción del electorado sobre las bondades del sistema democrático, y con ello, la confianza en las instituciones. Este es un aspecto clave, pues la falta de confianza lleva a una ruptura entre la sociedad y su sistema político, dando paso a la posibilidad de que se instauren modelos de otra índole que sabemos cuándo empiezan, pero no cuando terminan.


El “Barómetro de Confianza” de Edelman demuestra como se incrementado la desconfianza en las instituciones públicas, un estudio reciente de la escuela de gobierno de Harvard, el Kennedy School, también muestra como la juventud tiene una confianza decreciente en las instituciones públicas, incluido el gobierno y el sistema judicial, y el estudio “Youth and Satisfaction with Democracy: reversing the Democratic Disconnect?” encontró una desilusión generalizada con la democracia, en particular en países con democracias desarrolladas, y así mismo, encontró que los jóvenes, especialmente los millennials, muestran niveles de insatisfacción con la democracia más altos que cualquier otra generación a su edad.


Estos indicadores, deben llevarnos a replantearnos el reto de cómo gestionar el sistema democrático, lo que implica una revisión profunda de nuestras instituciones, su independencia, transparencia y capacidad efectiva para la rendición de cuentas. Debemos por igual alfabetizar políticamente a nuestros jóvenes con la creación de programas de educación cívica que fomenten los valores democráticos, explique sobre el funcionamiento del sistema y fomente la participación juvenil en la política y toma de decisiones, incluyendo aquellos temas que son para ellos prioritarios según sus expectativas.


En fin, debemos abordar una aproximación de “innovación democrática” para reforzar nuestros sistemas políticos y evitar con ello casos como el que vive Venezuela, un país que con mucho sacrificio logró recuperar su democracia en 1958, y que, a pesar de sus errores, le dio a los venezolanos 40 años de oportunidades en un marco de libertades.


Hoy, Venezuela se enfrenta a una encrucijada cuya resolución depende, en buena medida, de la conciencia de consecuencias y el espíritu verdaderamente democrático que tengan los países del hemisferio sobre la necesidad imperiosa de acompañarla (hasta el final) a recuperarla de nuevo, procurando así convertirla en un nuevo caso, pero esta vez, en uno donde la cooperación internacional, la lucha pacífica por el respeto a los derechos democráticos, la recuperación de las instituciones y la preservación de la voluntad ciudadana, haya sido capaz de cambiar en positivo el destino de todo un país, y quien sabe si con ello, también el de toda una región.

1 visualización0 comentarios

Comments


Publicar: Blog2_Post
bottom of page